Mi viaje a París en pos de Louis Braille

Mi viaje a París en pos de Louis Braille

jueves, 14 de octubre de 2010

Tras las huellas de Louis braille

El pasado 22 de marzo de 2009 publicaba en mi otro blog, Tiflohomero, la crónica de un viaje especial, un sueño.
Quiero rescatar aquella entrada para compartirla aquí y dárosla a conocer.
Fue todo un regalo.

Como ya sabéis estamos inmersos en el año del bicentenario del nacimiento de Louis Braille. Pues bien, impulsado por mí, como coordinador del Club Braille de la ONCE en Madrid, he podido cumplir un sueño, y no sólo yo, sino otros muchos ciegos que, reconociendo la labor de este genio, quisimos visitar los lugares que recuerdan su vida.
Estos tres días, por tanto, han supuesto mucho más que un viaje lúdico a la Ciudad de la Luz. Han simbolizado una peregrinación.
Quiero haceros llegar mis impresiones relacionadas con los lugares del personaje que abrió las puertas del conocimiento a los ciegos y nos introdujo, con ello, en la Historia.
Me gustaría ser capaz de trasladar la emoción que uno vive al tocar, pisar, sentir. Impregnarse de la sencillez y humildad de lo visitado frente a la grandeza de su legado.

Nos encaminamos al Panteón de Hombres Ilustres de París donde, por cierto se encuentra el péndulo de Foucault que demuestra cómo la tierra se mueve, y bajamos a la cripta donde están depositados los restos de setenta y tres hombres y mujeres de Francia, relacionados con la Cultura, la Literatura, la Filosofía y la Ciencia, y entre ellos los de Braille. Fueron trasladados en 1952 con motivo del primer centenario de su muerte. Hay una reja que protege las tumbas y a su lado un busto con una leyenda en braille que señala el lugar. Delante de sus restos se leyeron unos poemas y en silencio elevé una oración por su recuerdo y agradecimiento.
Acto seguido nos desplazamos al pueblecito de Coupvrai, a unos 40 kms. Al Este de París, casi al lado de Euro Disney. En este lapso de tiempo se hizo un repaso a su vida..
Paramos en el cementerio. Allí nos congregamos en torno a la tumba y guardamos un minuto de silencio. Es un espacio sencillo en cuya cabecera quedaron depositadas sus manos en una pequeña urna, a modo de reliquia. El silencio era sobrecogedor. Un día de sol primaveral, algunos trinos y olores de campo quisieron ser nuestros anfitriones.
Su casa natal después. Una humilde vivienda con tejado a dos aguas, tres alturas, un pequeño jardín en el que se supone que pasó buenos momentos dedicado a experimentar la mejor forma con la que la yema del dedo podría captar la información de la letra impresa y a recuperarse de sus crisis de tuberculosis, que le llevarían a la muerte a los 43 años, y el pozo de extracción de agua son el marco que envuelven las estancias: una sala común donde está la chimenea que le daba calor, la cama donde nació y una mesa que contiene útiles de la vida cotidiana de una familia de artesanos de principios del siglo XIX, además de algunas tablillas con tachuelas que el padre elaboraba para que el niño Louis pudiese aprender a leer mediante letras mayúsculas en relieve. El taller de guarnicionero con zapatos, botas, cuero… Una lezna evoca el punzón que le dejó ciego a los tres años que, paradojas de la vida, sería el instrumento que luego utilizaría para inventar su escritura de puntos salientes. Y la biblioteca, en la que una maqueta nos permite comprender el conjunto y otros instrumentos que anuncian los rudimentos del invento. En todo momento un manso gato fue testigo mudo de nuestra presencia, ¿sería acaso…?
Salimos del pueblo tras pasar por la iglesia en la que fue bautizado y ver un monumento a su memoria.
Tras la comida el Instituto de Jóvenes Ciegos de París, sito en el bulevar de Los Inválidos en el que estudió, fue profesor, tocó el piano y sobre todo creó su sistema de lectura y escritura. Es un centro grande, en el que aún hoy día se siguen impartiendo clases. Mi imaginación se trasladó a aquellos años, evocando ese mismo lugar y pensando en cuán diferentes eran las condiciones de vida de aquellos ciegos. Una profesora ciega nos condujo desde la entrada, el patio interior (donde otra estatua recuerda al promotor de la enseñanza para ciegos: valentin Haüy), el auditorio donde tocaba el piano, la capilla y un aula con la maqueta del edificio además de los primeros libros que hay en braille. De fondo algunos estudiantes, de los 80 que están internos salían de fin de semana.
Terminó aquí un día plagado de emotividad y recuerdos. Después el grupo se dispersó para aprovechar lo que quedaba de día, unos a la Torre Eiffel, otros a la Concordia y el Louvre y otros a descansar. Yo, claro, junto con los otros ocho amigos que íbamos, fuimos a callejear, cenar y tomar una copichuela que celebrase la noche parisina y una promesa: la de mantener viva la memoria de Louis Braille.



viernes, 8 de octubre de 2010

Ayora y su fiesta de la miel

Por si no sabéis dónde pasar este fin de semana, aquí os pongo una propuesta verdaderamente suculenta y atractiva.

El Valle de Ayora se viste de fiesta el fin de semana del Pilar, 12 de octubre, fecha elegida por los pueblos del valle para exponer sus trabajos y productos más tradicionales. Completan los cuatro días de celebración distintas actuaciones musicales, casetas donde se realizan actividades artesanales y se puede saborear los alimentos más típicos del valle y, sobre todo... ¡Miel!, motivo principal de la convocatoria y que ha hecho famoso este enclave en todo el mundo por su calidad y sabor.
La feria se desarrolla principalmente en la Plaza Mayor de la localidad valenciana de Ayora y toda la celebración gira alrededor de la miel. La producción apícola de Ayora, es resultado de una arraigada tradición en la cultura de esta villa; se refleja de la forma más natural y directa en pleno siglo XXI en el Primer Corte de la Miel.
La miel de Ayora, es un producto de calidad, natural obtenida desde el respeto y la valoración de la biodiversidad y del medio ambiente a través de los siglos hasta nuestros días, y ofrecida directamente a los consumidores como producto agroalimentario con un gran valor añadido.

El Primer Corte de la Miel, permite conocer directamente todos los productos de la colmena: miel, jalea, propóleos, cera, y es una excelente ocasión para ver una extracción en directo en un colmenar vivo y degustar la miel en el panal. La muestra de gastronomía local, artesanía y nuestro patrimonio completan la oferta de este evento.
Desde sus orígenes la actividad apícola está vinculada a Ayora, a su territorio y a los apicultores que aúnan tradición e innovación para ofrecer productos diferenciados por su calidad y saber hacer. Trabajamos por ese merecido reconocimiento y situar la miel en el puesto que se merece, entre los productos saludables y de primera calidad que deben integrar nuestra famosa dieta mediterránea.
El Primer Corte de la Miel es una oportunidad única para conocer de cerca la apicultura: la colmena, su organización, los utensilios y tareas, productos como la miel, el polen, la jalea y sus propiedades.
El visitante puede degustar, además,  productos locales como aceites, embutidos, vinos, salazones, o quesos, así como los platos más típicos de la cocina de Ayora y su comarca.
Los recursos patrimoniales, históricos, medioambientales del Valle de Ayora ofrecen y complementan una oferta atractiva y diferenciada para el disfrute de los asistentes a este evento.
Desde lejanos tiempos, la naturaleza y el buen hacer de los ayorenses han ido dando forma a este enclave hasta convertirlo hoy en un referente del turismo de interior. Su variada oferta de casas rurales, en el casco urbano o en plena naturaleza, casas de uso compartido o de alquiler completo, actividades en contacto con la naturaleza y el rico patrimonio natural y cultural del Valle de Ayora se complementan entre sí. Un conjunto de alicientes y servicios bien conexionados y que hacen de este valle del interior valenciano una excelente opción a tener en cuenta al planificar un viaje de fin de semana o para estancias de mayor duración.

Este reportaje ha sido tomado de Revista ibérica.
 

domingo, 3 de octubre de 2010

Excursión en el Tren de la Fresa: viaje al pasado

Se produjo el sábado y podríamos decir que lo fue al pasado, tanto por el medio utilizado como por lo que vimos.
Eso sí, que los cinco ciegos que fuimos debimos echar mano de la imaginación, porque la vista… nada de nada.
Se trataba de visitar uno de los reales sitios, Aranjuez. Y de hacerlo en uno de esos trenes turísticos que persiguen emular el pasado ferroviario de nuestro país: el Tren de la Fresa.


La incomodidad de los asientos y resto de peculiaridades, se daban por hecho. Ahora bien, el comportamiento de los niños que nos tocaron en suerte (más bien, podría decirse en desgracia) en nuestro vagón. Una jauría desbocada, que ni a la ida ni a la vuelta dejaron de berrear, eso sí que no podía esperarse. Cuán alejados estaban ellos de lo que debió ser el comportamiento de los que viajaran en su día. Me parecieron, a más de insufribles, tan fuera de lugar..
En el transcurso de la ida, unas simpáticas azafatas, ataviadas al uso del siglo XIX, nos repartieron unas cajitas con fresas que, pese a no ser de temporada, no estaban nada malas (digo las fresas, porque las azafatas, ni idea).
Y a la llegada, subimos a autobuses que nos condujeron al palacio, donde se nos hizo una breve explicación de alguna de las principales dependencias para acabar invitándonos a que, ya por nuestra cuenta, diésemos una vuelta por el museo de la vida _con sus carruajes, abanicos y trajes_. Por supuesto, a nosotros no nos dejaron tocar nada, así que decidimos salir cuanto antes en busca de los jardines y el sonido de sus fuentes.
Tras la comida, en un restaurante asturiano, al que nos llevó la ermana de elena (así da gusto), la tarde ofrecía dos posibilidades: el museo de las falúas (barcas utilizadas por la realeza) o plaza de toros y museo. Como aquél no disponía de guía y éstos sí, nos decidimos por darnos un baño de sabor taurino. Y a mí, al menos, me encantó sobre todo por cómo nos fue explicado su contenido y el tono de la guía: todo casticismo y gracia. La mar de simpática y voluntariosa con los cinco cegatones que le cayeron en gracia esa tarde de sábado: suertes del toreo, anécdotas, historia de una plaza construida en 1787.
El regreso a la estación volvió a ser en autocar tras breve paseo por el centro de la ciudad con sus palacios nobiliarios y tiendas modernas: pasado y futuro unidos enmarcando el deambular de los turistas que nos acercamos ese día de postrer veranillo, vislumbrando a aquellos otros veraneantes de una época de nuestra Historia tan lejana ya.
Llegué a casa cansado, pero con la satisfacción de haber acumulado otra experiencia más y con las ganas de repetir otro viaje en tren, esta vez a Sigüenza. Veremos, veremos.